domingo, 5 de octubre de 2025

“Lo que no es tuyo, pesa el doble”

Alfredo Del Valle. 

Hay personas que, a lo largo de su vida, han desarrollado una extraña habilidad: -llevarse lo que no les pertenece. No hablo solo de cosas materiales aunque a veces también, sino de responsabilidades ajenas, emociones que no les tocan, méritos que no ganaron, espacios que no construyeron.

 Lo toman, lo cargan, lo habitan, como si nadie fuera a darse cuenta. Como si el tiempo no tuviera memoria.

Están en todos lados, en trabajos donde se adjudican logros colectivos, en familias donde absorben atención que no les corresponde, en grupos donde siempre son protagonistas aunque no hayan hecho nada para serlo. Se instalan. A veces con simpatía, a veces con silencio, pero siempre con la misma estrategia, ocupar lo que otros dejaron y llamarlo suyo.

Pero hay algo que tarde o temprano pasa, lo que no es tuyo, pesa el doble. Porque no conoces su valor real. Porque no sabes de dónde viene. Porque no está hecho a tu medida. Puedes sostenerlo por un tiempo, quizás incluso años, pero llega un momento en que el disfraz se cae, el personaje se agota y la verdad, esa que nunca tiene prisa pero siempre llega, toca la puerta.

Y entonces, se ve todo claro, que ocupaste un lugar que alguien más construyó con esfuerzo. Que hablaste en nombre de otros sin permiso. Que asumiste culpas para manipular, o méritos para escalar. Que te llevaste lo que no era tuyo creyendo que nadie miraba. Pero el peso no desaparece. Se acumula. Te dobla. Y más tarde que temprano, se nota.

El respeto por lo ajeno no solo es un valor ético; es una forma de vivir con ligereza. De dormir tranquilo. De saber que lo que tienes, lo que representas y lo que sostienes es verdaderamente tuyo, y no una máscara prestada.

Si hoy sientes que llevas mucho, pregúntate: ¿qué de esto no es mío? ¿Qué he tomado sin derecho? ¿Qué espacio ocupo que no me gané? No es tarde para soltar. No es tarde para devolver. No es tarde para empezar de nuevo, más liviano, más honesto, más tú.

Porque el verdadero peso que cansa no es el de lo mucho, sino el de lo ajeno.


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